"Existen semillas de autodestrucción, en todos nosotros, que sólo nos darán infelicidad si permitimos que crezcan".
Dorothea Brande.
Bella flor:
Esta madrugada hace un poco de frío. Tengo un poco de sueño además. El día anterior tuve una jornada desgastante, estoy realmente agotado. Finalmente decidí subir esta cima: espero no haberme equivocado y te encuentres ahí.
Prendo una fogata y me preparo un café. Tengo la taza entre mis manos: siento el calor; respiro su olor, es un perfume estimulante. Bebo un sorbo…, formo parte de la comunión entre la tierra, soy parte de la vida. Entra en mí ser, lo mejor: soy parte de la existencia gourmet.
Me empiezo a imaginar los, los colores del grano de las semillas; todo el proceso de siembra. Y por supuesto, lo más hermoso: la etapa de recolección. Me asombra la habilidad, la maestría y naturalidad con que los recolectores seleccionan sólo lo mejor de los granos del café, como si sólo supieran tener en sus manos y en sus vidas, la felicidad, la alegría de vivir.
Así deberíamos vivir todos. Tomando con nuestras manos lo que realmente vale. Tener lo más amoroso que nos da la tierra. Eso, en verdad, es sencillo. Sólo que nos programamos para no aceptar la posibilidad de ser felices, de entender, de una vez por todas, que somos producto de la mejor semilla de la vida y que estamos desarrollando una función en esta vida.
Como el café lo esta haciendo en estos momentos conmigo, me está reconfortando.
Bella flor, sobra decirlo, pero a veces es bueno decir las cosas que resultan hermosas, es bueno recordarlo y escucharlo: tu eres fruto de una linda semilla.
Me he terminado el café. La taza está vacía. Observo detenidamente el fondo de la misma. Quisiera saber leer mi futuro. Pensándolo un poco mejor: prefiero irlo forjando.
No conozco a alguien, ni lo he buscado, que tenga ese don, esa habilidad, de leer el fondo del café. Imagino que es interesante. ¿Tu qué opinas bella flor?
Tienes razón, debo de visualizar el acto de la lectura del café como una actitud en la vida de visualizar y concretar tus sueños. Aquellos sueños en los que uno cree firmemente, los que están tatuados en tu ser. Aquellos sueños que nada ni nadie nos robará.
¡Ni el café nos quitará esos sueños!
Gracias por compartir conmigo esta idea. ¡Vaya! Se supone que debo enseñarte algo en cada carta que te escribo, para que con el paso de los años tu vida esté impregnada de felicidad. Y en esta ocasión por medio de la intuición me has transmitido una sabia lección.
Quiero pensar que puedo ser parte de tu vida. Anhelo que con el paso de los años, si nos llegamos a encontrar compartamos un saludo y al vernos mutuamente comprender que nuestras sonrisas son producto de nuestro goce de plenitud. ¡Crees que sea posible eso? Yo si, por dos razones: primero, porque me gusta estar al lado de lo mejor; segundo, porque tarde o temprano cumplo mis promesas.
